martes, 29 de noviembre de 2016

Carrera Polar

A finales del siglo XIX casi la totalidad de la superficie terrestre se hallaba explorada. Tras las grandes expediciones al corazón de África, sólo los polos permanecían ajenos a la exploración. Se inició entonces una carrera por la conquista de los polos terrestres que, tras la “supuesta” llegada de Robert Peary al Polo Norte en 1909, volvía todas las miradas hacia la Antártida.

Roald Amundsen había comenzado en 1907 a preparar la expedición que, según creía, le llevaría a ser el primer hombre en pisar el Polo Norte. Dos años en los que había reunido provisiones, comprado trineos y ropa adecuada (prendas fabricadas con pieles, tal y como había aprendido de los inuit en sus anteriores expediciones).

Incluso había conseguido permiso para disponer para la expedición del Fram, el mítico navío que el célebre explorador noruego Fridtjof Nansen había utilizado con éxito en numerosas expediciones tanto árticas como antárticas.

Y en septiembre de 1909 llegó la noticia: Robert Peary había alcanzado el Polo Norte. Después se sabría que eso era un camelo y Peary un mentiroso, pero de momento el asunto debió sentarle a Amundsen como si el mismísimo Peary hubiera traído un balde de agua del polo para echársela al noruego por la cabeza.

Así que cambió de planes… en secreto. Si no podía ser el primero en pisar el Polo Norte, estaba decidido a ser el primero en llegar al Polo Sur. Sabía de la expedición de Cook, por supuesto, quien por cierto le llevaba ventaja (el Terra Nova estaba a punto de zarpar rumbo a Australia).

Así que no podía perder ni un minuto. Sabiendo que el problema de Cook con los perros era la incapacidad del hombre, no del animal, compró cien perros groenlandeses calculando que serían útiles no sólo como tiro, sino también (pragmático y cruel) para alimentar a unos perros con otros según la comida se fuese acabando, lo que disminuía la cantidad de alimento a transportar.

En agosto de 1910, cuando el Terra Nova de Scott ya llevaba casi dos meses de viaje hacia Australia, Amundsen zarpó poniendo rumbo a Madeira con la extrañeza de toda la tripulación, que se creía embarcada a Groenlandia.

Justo antes de abandonar Funchal envió Amundsen su telegrama a Australia, que estaría esperando a Scott a su llegada a Melbourne. Todo muy calculado para que no se pudiera decir que había actuado a traición pero para, al mismo tiempo, conseguir la mayor ventaja posible de la sorpresa. Tenía que recuperar la ventaja que Scott le llevaba.

Y vaya si la recuperó. Ambas expediciones afrontaron casi a la vez la barrera de hielo de Ross, estableciendo sus campamentos base en enero de 1911, con apenas unos días de diferencia. Scott en la isla de Ross y Amundsen en la bahía de las Ballenas, en el lado opuesto de la banquisa.

Ambas expediciones comenzaron inmediatamente los viajes para establecer depósitos de víveres en diversas posiciones del recorrido… e igual de pronto empezaron a pasarle factura a la expedición británica los errores que Scott había cometido durante la preparación.

Amundsen llegó primero por más de un mes, el catorce de diciembre de 1911, habiendo salido en el viaje definitivo el diecinueve de octubre con 52 perros, cuatro trineos, cuatro hombres más y provisiones para cuatro meses. Cuarenta y uno de los perros fueron sacrificados para alimentar al resto y a los propios expedicionarios.

"Amundsen y Scott: la carrera por el Polo Sur", http://www.apuntesdehistoria.net, 29 de noviembre del 2016, Web [http://www.apuntesdehistoria.net/amundsen-scott-polo-sur/]
  

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